SEGURIDAD INTEGRAL/ Estigmatización, la otra pandemia

Por Arturo Ortiz, CEO de CIPI Protección, empresa líder en capacitación integral.
Aumentan las enfermedades mentales a nivel mundial, pero cuando discriminamos, aislamos o humillamos a quienes padecen depresión, ansiedad o bipolaridad, por ejemplo, también disminuimos la productividad empresarial, frenamos nivel de resiliencia organizacional y aumentamos accidentes laborales y ausentismo.
Al mismo tiempo, los estigmas de salud mental causan serios problemas en el trabajo como la exacerbación de las condiciones de salud conductual y la reducción de la autoestima y la productividad de un empleado. Pero lo que nadie dice que es que la estigmatización está correlacionada con crímenes empresariales como el burnout, espionaje, robo hormiga, fraude e incluso violencia y maltrato.
Ahora, el «estigma» se define como un nivel de vergüenza, prejuicio o discriminación hacia las personas con condiciones de salud mental y es un riesgo muy alto en el lugar de trabajo: rompe la armonía y buen clima laboral y desata conductas inapropiadas al no frenar la falta de respeto y deshumanización hacia algunas personas.
Las afecciones mentales, asimismo, a menudo se ven y tratan de manera diferente a otras enfermedades crónicas, a pesar de estar en gran parte arraigadas en la genética y la biología. Este repudio abierto o solapado es la nueva pandemia que debe combatirse. Existen tres tipologías de estigmatización:
El autoestigma ocurre cuando los individuos internalizan y aceptan estereotipos negativos. Convierte a una persona «completa» en alguien que se siente «roto». La depresión, por ejemplo, puede ser una enfermedad terrible. Te hace sentir inútil y sin un propósito.
El estigma público o social, el segundo tipo, es la actitud negativa de la sociedad hacia un grupo particular de personas. Crea un entorno de desacreditación, temor y aislamiento a quienes tienen una enfermedad mental. A la par, no hablar de ello implica un sufrimiento en solitario. Es el tipo de conducta que más debe desactivarse en las organizaciones.
El estructural, por otra parte, se refiere a la discriminación a nivel del sistema, como normas culturales, prácticas institucionales y políticas de atención médica que no están a la par con otras afecciones de salud. Es decir, se limitan los recursos y las oportunidades y, por lo tanto, perjudican el bienestar del afectado y su familia.
Es importante recalcar: el impacto del estigma, en cualquiera de sus tres variedades, puede profundizar una enfermedad que a menudo es invisible para los demás.
Las enfermedades mentales resultan muy peligrosas. Por ejemplo, trabajadores con alta autoestima pierden al menos un día de trabajo debido al agotamiento o el estrés. Por supuesto, esto se agudiza en personas en duelo, con agudo agotamiento, depresión, ansiedad o bipolaridad. Las enfermedades mentales roban armonía y productividad, pero también condenan a las empresas a una caída en picada en todos los sentidos.
Hoy, el 75 por ciento de los líderes empresariales a nivel mundial, reconocen la presencia del estigma en sus lugares de trabajo. Saben que sus empleados tienen miedo de hablar sobre las necesidades de salud conductual.
Una cultura inclusiva y beneficios equitativos pueden conducir a una intervención y apoyo más tempranos y efectivos para las personas con afecciones de salud conductual.
Para empezar, los empleadores pueden cambiar la percepción errónea de que una condición mental es una falla moral. Se trata de una enfermedad tan tratable como otras condiciones médicas.
Aunque las empresas no pueden cambiar las percepciones de la enfermedad mental por decreto, si pueden educar a las personas y promover equipos de apoyo. Estas acciones directas pueden frenar “la otra pandemia” que arrastra innumerables peligros.

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