FORJADORES DE MÉXICO/ Empresas vigilantes
La realidad es ésta: las organizaciones no confían en sus empleados. Aflora una inquietud tras la aparición del Covid-19: ¿Cómo controlar a los trabajadores si no pueden verlos?
Por Antonio Ortiz Vázquez, Presidente de Forjadores de México.
¿Es correcto o productivo vigilar a los trabajadores?
A medida que el trabajo remoto se vuelve más común, las ventas de tecnología de monitoreo aumentan. Pero el uso de herramientas de vigilancia conlleva un costo: se puede perder productividad y generar alta rotación de personal.
La microgestión o vigilancia en los trabajos remotos o híbridos puede ser el principio del fin.
Hay un viejo adagio en los negocios: lo que se mide se gestiona. Eso es crucial en materias primas, desechos, uso de energía, emisiones y otros. Visto de esta manera, la tecnología de vigilancia puede no ser una mala idea. Hay valor en medir lo que los empleados hacen y qué tan productivos son. El desafío de la vigilancia es conectarla con la administración o el control.
En 2021 surgieron informes de que una de cada cinco empresas empleaba software de vigilancia para monitorear de forma remota a sus empleados, en algunos casos sin el conocimiento o consentimiento de los trabajadores. El software de monitoreo como Hubstaff, ActivTrak, Workpuls y Time Doctor crece.
Desde 2020 la demanda de software de vigilancia en Estados Unidos creció 58% en el primer semestre, alcanzó el 87% en el segundo y ahora se ubica en 71%.
La realidad es ésta: las organizaciones no confían en sus empleados. Aflora una inquietud tras la aparición del Covid-19: ¿Cómo controlar a los trabajadores si no pueden verlos?
La tecnología de vigilancia puede incluir tomar capturas de pantalla de la computadora de un empleado a intervalos regulares, rastrear qué sitios web visitan durante el horario de la empresa, monitorear sus pulsaciones de teclas y el movimiento del mouse, e incluso anotar su ubicación remota, lo que permite a los empleadores saber si sus trabajadores están en los escritorios en sus oficinas en casa, en la escuela de sus hijos o en un almuerzo. El propósito ostensible del monitoreo es a menudo «aumentar la productividad».
Pero incluso en la década de 1980, con la vigilancia electrónica mínima disponible, los empleados cuyo desempeño fue monitoreado percibieron sus condiciones de trabajo como más estresantes e informaron niveles más altos de aburrimiento laboral, fatiga, ira, ansiedad e incluso depresión y otras quejas de salud.
Sin embargo, la vigilancia en el lugar de trabajo continuó, a pesar de que tendía a socavar la confianza entre el empleado y la organización.
Estar vigilado no propicia más productividad. Trabajar desde casa durante la pandemia elevó la productividad en un 5% en Estados Unidos. Además, el monitoreo puede ser contraproducente porque los empleados sienten que violan su privacidad.
A pesar de la posibilidad de que una mayor aceptación pueda mitigar algunos de los impactos negativos del monitoreo, es difícil superar la naturaleza inherentemente desagradable de la vigilancia. El precio puede ser muy alta.