Centenar y medio de rostros revelan la pluralidad étnica de Sonora y de Cuba, en el Museo Nacional de Antropología
El cruce de miradas entre la antropología y el arte de la fotografía han dado como resultado un proyecto que celebra la diversidad étnica de Sonora, cuya riqueza multicultural es poco conocida y tomada en cuenta, pero que ahora se hace visible en la exposición de 75 rostros, captados por Ricardo León.
Enfrente, otras 75 imágenes de la gente de Cuba, registradas por la lente de Julio Larramendi; la mezcla de españoles y africanos, con influencias de aborígenes y salpicada de apellidos franceses y ojos achinados, nos muestra la nación caribeña. Ambas muestras se pueden disfrutar en la Sala de Exposiciones Temporales del Museo Nacional de Antropología, en el marco de la 34 Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia (FILAH), las cuales permanecerán hasta diciembre de 2023.
Presentada por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Rostros de la diversidad es resultado de un recorrido en el que su autor ratificó que Sonora es un estado variopinto: “Lo que aprendí en este viaje es que es multicultural, tiene una riqueza particular y poco tomada en cuenta”, dice Ricardo León, sonorense hijo de español y madre mexicana de ascendencia estadounidense, quien confiesa que desde temprana edad se ha preguntado cuál es su identidad, sin que nadie le dé la respuesta.
Esa inquietud lo llevó a trabajar esta serie, al lado del antropólogo Alejandro Aguilar Zeleny, investigador del Centro INAH Sonora, estudioso de los pueblos originarios de la entidad, desde hace más de 30 años.
“Viajamos no solo para hacer fotografías, sino para comprobar que Sonora es sumamente diversa, con una inmigración importante: fuimos al norte del estado, en colindancia con Arizona y Nuevo México; al sur, al valle del mayo, en colindancia con Sinaloa; a la parte centro, donde está la sierra Madre Occidental; luego, bajamos al desierto, hasta San Luis Río Colorado, que es frontera con Baja California y Estados Unidos”, narra el fotógrafo.
“Al sur, estuvimos en Fundición, el territorio macurawe o guarijío, y en Álamos, con una población diversa y con gran presencia estadounidense, entre otras influencias; en la región de Cúpare, con los mayo yoreme; en la sierra media, con ópatas, de origen pima, ya casi desaparecidos; en la región de Yécora, en colindancia con Chihuahua, donde está la población o’ob o pima, y en Hermosillo, con personas de diferentes orígenes”, dice por su parte el antropólogo Alejandro Aguilar Zeleny.
Descendientes de pueblos originarios sonorenses: mayos, yaquis, comca’ac, o’ob, tohono o’odham, guarijíos, ópatas, kikapúes; migrantes indígenas de otros estados del país: triquis, tojolobales; así como de otras nacionalidades y sus generaciones sucesivas: españoles, franceses, chinos, armenios, estadounidenses, que cohabitan en esta entidad, se registraron del mismo modo: “A todas las personas las vi de la misma manera, con el mismo respeto, el mismo tratamiento fotográfico, forma de aproximarme y de crear el ambiente”, destaca Ricardo León.
El recorrido museográfico es un mosaico de diversidad, seleccionado dentro de un acervo de 300 imágenes. Son retratos femeninos y masculinos de distintas edades, en cuyos rasgos está escrita la mezcla de razas, presentados en gran formato, con el punto focal en sus miradas y sin contexto, sobre fondo negro; las imágenes fueron captadas con profundidad de campo: “Un largo que neutraliza cualquier distracción”, explica el autor.
Por su parte, La cubanía surge sobre una tierra fértil de naturaleza exuberante, en el crisol de tradiciones importadas y recreadas, religiones adoptadas en cultos sincréticos y nuevas costumbres adquiridas, dice Julio Larramendi quien, con sus imágenes, busca respuesta a cómo son los cubanos de hoy, qué les gusta y disgusta, cuáles son sus penas y alegrías. Su trabajo es un intento por mostrar algunas pinceladas de la cubanía, esa expresión de la identidad que reúne sentimientos y valores que reflejan el ser cubano. El reto fue evitar lo anecdótico y lo casuístico, la visión folclórica y turística, el extremo ácido y edulcorado, dice.
Las imágenes fueron tomadas en el transcurso de los últimos años, recorriendo todo el país caribeño, compartiendo con la gente en calles y mercados, en los surcos y fábricas, pueblos y ciudades, las cuales también forman parte de una colección mayor, reunida en un libro en preparación, bajo el mismo título.