El otoño que viene 

TRAS BAMBALINAS

Por JORGE OCTAVIO OCHOA.

Sumidos en una pelea de callejón, el proyecto Lópezobradorista y la oposición preparan armas para la segunda mitad del presente año. Morena dice que en agosto lanzará la convocatoria para la postulación de candidato. Lo más probable es que el nominado no se conozca antes de noviembre.

La razón es simple. El patriarca no puede darse el lujo de perder espacios de poder. ¡A menos que… el ungido o la ungida, ratifiquen sumisión a prueba de balas y de acoso informativo! que se redoblará en las próximas semanas. Ahí está la primera bomba del caso Andy.

Al margen de todo esto, el proceso de sucesión ya se ha adelantado desde hace casi dos años, cuando López Obrador acuñó el término “corcholatas” (julio del 2021), para definir de la manera más soberbia y grosera, a los que aspiren a sucederlo. Él será el gran destapador, digan lo que digan.

Él revivió el “dedazo”, a través de una lista de 6, que luego se abrió a 7, luego se cerró a 3 y recientemente se abrió a 5, pero que en el fondo sigue las reglas del viejo PRI: mantener el control político del país y el orden interno del partido, Morena, sobre todo ahora que ya no tiene sectores.

Fiel a los símbolos y a las cábalas, AMLO utilizó por primera vez ese término en su tierra, en Villahermosa. Y lo hizo de la manera más cínica: “Ahora sí que ya no hay tapados, yo soy el ‘destapador’ y mi ‘corcholata’ favorita va a ser la del pueblo, esa es la regla. La gente va a decidir en su momento en forma libre, democrática”.

El problema es que ni el pueblo, ni Morena, participarán en esa “democrática” forma de decidir. Se hará mediante una sola encuesta, quizá dos. Y hay de aquel que no quiera sujetarse a los resultados. Ese es el mensaje de control absoluto que manda López Obrador.

Por eso decidió dejar en la dirigencia a Mario Delgado, el más ignominioso de todos, pero el más leal, obediente y comprometido. Sobre todo, porque pesan en su expediente presuntas “relaciones peligrosas” con el líder huachicolero, Ricardo Carmona, asesinado hace 2 años e investigado en USA.

En términos reales, AMLO ha mantenido, hasta el momento, el control de los tiempos de su sucesión. Pero los factores de control variaron mucho desde el 2021, cuando no alcanzó la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión y perdió también el control de la Suprema Corte.

El manejo se ha complicado y por eso flota en el ambiente un ánimo de confrontación social, alimentado desde Palacio Nacional con ataques directos a los jueces y ministros, apalancado con una manifestación de porros de Morena, que se mantienen frente a la Suprema Corte.

A esto hay que añadirle un evidente proceso de militarización en el país, que el propio López Obrador ha reforzado con el anuncio de una iniciativa para reformar la Constitución y, ahora sí, pasar la Guardia Nacional al fuero militar y patrullar así las calles. Aunque en los hechos ya lo empiezan a hacer.

De aquella lista original, hoy sólo quedan 2 que realmente gozan del apoyo presidencial: Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López. Marcelo Ebrard se cuece aparte y es al que menos han favorecido los tiempos del Presidente. Sin embargo, ya se le percibe como el “caballo negro” que puede dar la sorpresa.

De todos, es el único que mantiene una buena opinión entre los partidos de oposición. Se le considera el más profesional y experimentado de los tres, bien visto por los factores externos, sobre todo del vecino país. Un tipo sin estridencias. Disciplinado, pero no servil, como los otros dos.

Si Morena no resuelve pronto sus disputas internas, para junio o julio podrían empezar a moverse las aguas. Y vendrá la guerra sucia y las amenazas, no con los partidos de oposición, sino con las facciones internas de Morena que se sienten desplazadas.

López Obrador sabe esto, por eso es difícil que permita el “destape” antes de noviembre. Ello le implicaría más de medio año de debilidad. Por eso es por lo que ha optado por la radicalización y el linchamiento, mismo que ha instalado desde ahora a las puertas de la Suprema Corte.

Los calificativos contra Norma Piña y los ministros no afines a López Obrador van desde “sátrapas” y “caníbales” hasta el mexicanísimo “chingas a tu madre”, en un plantón que va para dos semanas en el recinto vecino a Palacio Nacional y a las oficinas de Claudia Sheinbaum.

Pero un intento de entrevista periodística al hijo mayor de AMLO, José Ramón, es tomado como un acto de “acoso”. Y salen las hordas de Obradoristas y las granjas de bots a reclamar por la violación de derechos de un sujeto que ha vivido presumiblemente del erario.

El único argumento que esgrimen es: “con los hijos no”. Y del otro lado uno se pregunta: “¿Y con las Mamás sí?”. Es evidente que a López Obrador ya no le importa el aseo legislativo. Por eso, desde la Consejería Jurídica de Presidencia preparan ya el enfrentamiento, el desacato y el inicio de la desobediencia civil.

En un escueto comunicado, de un solo párrafo, que circuló este domingo, la Consejería del Ejecutivo Federal declara:

“DE INVALIDARSE PROCESO LEGISLATIVO DEL ‘PLAN B’, SCJN ESTARÍA SUSTITUYENDO AL CONGRESO DE LA UNIÓN”.

Así, todo en mayúsculas. Más que advertencia, huele a amenaza. Sólo faltaría que el Ejército tomara el recinto de la Suprema Corte. Un auténtico golpe extrajudicial.

Ese es el clima que se advierte en la plancha del Zócalo, el nivel de intimidación contra comunicadores e incluso contra senadores que están en contra de la desaparición del INAI, la militarización del CONACyT, del espacio aéreo, de las tareas policiacas a manos de las fuerzas castrenses.

El otoño se acerca, para unos o para otros.

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