Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista y Director general de Gobierno de Calidad, Consultoría de Políticas Públicas.
Hay binomios sorprendentes, como el de superstición y educación.
Aunque parezca increíble, la superstición puede afectar la toma de decisiones de las personas de varias maneras. Por ejemplo, la asociación con un número de la suerte puede alterar el precio de un apartamento o impulsar la inflación a corto plazo en el precio de una acción. Pero su influencia no se limita a elecciones discretas: también desempeña un papel importante en la determinación del éxito a largo plazo.
Por ejemplo, una superstición tradicional china sostiene que los niños nacidos en el Año del Dragón están destinados a la buena fortuna. Y curiosamente estos infantes superan a sus pares en inteligencia, ambición personal y confianza en sí mismos. Hay quienes aseguran que una creencia tan arraigada influye en las expectativas, educación y tratado, lo que incide en comportamientos y acciones del afortunado niño dragón.
Vale considerar que los padres de niños nacidos en los años del Dragón son más propensos a tomar algunas medidas clave que mejoran la suerte de los niños en la vida, desde consultar con los maestros durante el año escolar hasta otorgar subsidios más altos y esperar que sus hijos realicen menos tareas domésticas.
A pesar de que ni los niños Dragón ni sus familias son inherentemente diferentes de otros niños y familias, la creencia en la profecía del éxito y la inversión subsiguiente se vuelven autocumplidas.
Si en la educación se trata a los alumnos como genios potenciales, de alguna manera los estudiantes superarán las barreras de imposibilidad o dificultad. No se trata de instaurar profesías sin sustento, sino de creer que cada persona puede revelar dones inimaginados y triunfar.
En las universidades en las que se potencializan las capacidades de los estudiantes, a través de múltiples programas de experimentación y desarrollo, como clases extra curriculares, idiomas, certámenes y convenios internacionales con otros centros educativos, por ejemplo, es soportar por el éxito de sus egresados.
Las actitudes y expectativas juegan un rol crucial. Diversos estudios, por ejemplo, muestran las dificultades que tiene una persona cuando se le limita y percibe como no apto, pero la idea inversa también funciona.
Por ello, el papel que juega un maestro en el futuro de sus estudiantes es crucial: puede catapultar talentos o sumir en la mediocridad al alumno.
Desde tal perspectiva, se vale la superstición, la magia o el engaño para que cada familia asuma que sus hijos son seres relevantes y llenos de capacidades que deben develarse en el tiempo.