Manifestarse en el Zócalo

TRAS BAMBALINAS

Por Jorge Octavio Ochoa.

Muchos de los que asistieron este 26 de febrero al zócalo, nunca antes habían salido a las calles a protestar ni tenían experiencia alguna sobre ese tipo de rituales.

Había, en su mayoría, gente mayor, de más de 50 años, con banderines y cartulinas, algunas apenas visibles; otras, con largos textos imposibles de leer en una simple pasada de vista.

Pero eran ríos de humanidad desparramándose por todas las calles de acceso a la Plaza Mayor, ahí donde se sintetizan y enseñorean los poderes de ahora y los de antes; el político y el religioso, en un sincretismo que en pocos países se ve.

Personas mayores, en una concentración silenciosa contra la corrupción, porque no hay consignas ni cantaletas, como lo hacen quienes sí saben organizar marchas y acarreos con las llamadas “fuerzas vivas”.

Fue un andar sin pastores, dos horas antes de lo programado, para poder estar cerca del templete, aunque muchos no tenían ni idea de quien o quienes, serían los oradores.

Pero ya todos ahí, apelmazados, cuerpo con cuerpo, enarbolando banderitas rosa, corearon espontáneamente “¡Fuera AMLO, Fuera AMLO!”, por el simple placer de inundar el espacio de ruido y hacerlo estallar contra Palacio Nacional.

Muchos ahí no tenían partido. De hecho, algunos criticaban el largo y tedioso discurso de Beatriz Pages y decían estar ahí precisamente porque quedaron hartos de los gobiernos anteriores del PAN, PRI y PRD.

La votación de aquel lejano 2018, obedeció al hartazgo de millones de mexicanos, que percibían a toda la clase política mexicana como una de las más corruptas del mundo.

Al paso de cuatro años, ahora se percibe a un gobierno sediento de poder; traidor y cobarde, porque ha militarizado la administración pública y se rodea del Ejército y la Marina para hacer su voluntad.

Aunque la oposición no figura, ni tiene candidatos visibles para pugnar por la presidencia de la República, aquel ha preferido rodearse de los militares y colocar cada vez más lejos al Poder Judicial.

Por eso, esta manifestación del 26 de febrero es el reflejo de la inconformidad que se ha incubado. Muchos de esos 30 millones que otorgaron su voto, hoy se han dado cuenta del tamaño de la falacia que se empieza a construir.

LAS 3 TRAICIONES DE AMLO 

Los millones que salieron a protestar tienen claras las tres traiciones de AMLO:

1.- Los militares no regresaron a sus cuarteles; ahora cogobiernan

2.- Se está creando una nueva élite gobernante con nuevos acaudalados

3.- Está desmantelando el sistema institucional, empezando por el INE e INAI

Los pobres, los marginados y los ancianos, son sólo bandera política. El tamaño de la mentira es evidente. Se quiere comprar voluntades, pero no mejorar los servicios de salud, de seguridad social y laboral; mucho menos de seguridad pública.

No pasó ni un año. A los pocos meses de haber tomado posesión como presidente de la República, López Obrador renovó las concesiones de playa y otorgó el usufructo de terrenos turísticos a un empresario todo poderoso

Hoy ese sujeto se enseñorea por todo Guerrero, Jalisco y Nayarit, y es el que a través de sus hijos ha creado una empresa en Estados Unidos, que es la que le dio empleo a uno de los hijos de López Obrador.

No se sabe cabalmente en calidad de qué tenía trabajo, pues no parece tener título profesional, ni permiso del gobierno de aquel país para laborar. Aún así pudo vivir en una lujosa mansión en Houston, que no se sabe cómo y cuánto pagó.

Sea como sea, es la nueva élite empresarial que cogobierna y asesora al hoy presidente de México, junto con Carlos Slim y Ricardo Salinas Pliego, claros emisarios del pasado, de Carlos Salinas de Gortari.

A la luz de esas dos traiciones, es que ríos de personas, en su mayoría adultos mayores, salieron a las calles, por el gusto, por el placer de protestar, sabedores de que en el país todavía se goza de libertades que no queremos perder.

“Ni somos corruptos, ni somos conservadores; ni mucho menos pertenecemos de forma alguna al PAN, PRI o PRD. Salga y díganoslo a la cara”. De ahí el epíteto de COBARDE, porque no se enfrenta a quienes ofende.

Se equivoca el presidente cuando generaliza y peor aún, cuando trata como estúpidos a sus seguidores. Los mexicanos no tienen la mente “en blanco”, como él quisiera.

Millones ya alcanzaron a columbrar la clase de monstruosidad que quiere ejecutar con la mutilación y pulverización del INE: regresar al control central y a un presidencialismo insultante.

Esta concentración no tiene nada qué ver con Genaro García Luna. Que no se olvide el habitante de Palacio, que la Fiscalía de Estados continúa la investigación en contra de funcionarios mexicanos.

El México de hoy, gobernado por él, es considerado como un Narco Estado, sometido por la mafia. Así se lo han hecho saber y pronto habrá nuevas noticias. Ellos ya saben que la delincuencia organizada está en las altas esferas del poder.

Se les ha protegido, se les ha vuelto aliados, convirtiéndolos en “negociadores” de cárteles, como “El Chapo”, para expandirse y actuar libremente. Por eso tenemos narco jueces, narco diputados, narco presidentes municipales.

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