SALUD LABORAL / En busca de objetivos y motivaciones
Después de los retos importantes de la vida, algunas personas logran sobrevivir, otras se recuperan y pueden estar tan bien como antes, pero las hay que logran crecer a nivel personal, fortalecerse y llegar a un estado superior de funcionamiento respecto al que se encontraban antes del evento.
Por Joana Elizabeth Salinas, Directora de Recursos Humanos de Coperva y Psiccopedadoga especializada en salud laboral.
La columna vertebral del bienestar está en el control de los propios objetivos.
Los estudios resaltan tres actividades principales para lograr tal control: establecer metas personales, buscar el flow y desarrollar estrategias de afrontamiento.
Quienes se esfuerzan por lograr algo son más felices que los que no persiguen sueños ni aspiraciones, porque para convertirse en lo que realmente se quiere ser hay que comenzar por esclarecer las propias metas, dándole un propósito y un significado claro a la vida.
Para identificar lo que uno considera valioso en sí mismo se pueden seguir varias estrategias: examinar críticamente la pasión que le despiertan los actuales objetivos, escribir cuál quisiera que fuera su legado después de morir o concretar los objetivos abstractos y generales en acciones determinadas que se puedan realizar en el corto plazo.
Ahora, al igual que el engagement, el flow es un novedoso concepto psicológico que describe la experiencia de disfrute profundo que una persona experimenta al encontrar el equilibro entre los retos que le impone una actividad y sus propias habilidades para desempeñarla.
Este disfrute intrínseco, en el que la persona siente un control total y una pérdida de la conciencia, se concibe como una experiencia pico que dura poco tiempo, a diferencia del engagement, que alude a un estado de naturaleza permanente. En todo caso, la búsqueda continua del flow, mediante el esfuerzo por transformar las experiencias cotidianas en desafíos placenteros, contribuye a forjar un engagement perdurable.
La última actividad mencionada está vinculada a la voluntad y está asociada a la resiliencia, entendida como la capacidad de levantarse ante los eventos adversos, preservar, e incluso mejorar, el propio funcionamiento.
Después de los retos importantes de la vida, algunas personas logran sobrevivir, otras se recuperan y pueden estar tan bien como antes, pero las hay que logran crecer a nivel personal, fortalecerse y llegar a un estado superior de funcionamiento respecto al que se encontraban antes del evento.
Quien desarrolla este tipo de estrategias para afrontar las adversidades incrementa la confianza en sus propias capacidades, así como la compasión frente al sufrimiento de otros y aumenta la satisfacción con la vida.
En el ámbito laboral, una organización promueve el engagement cuando ayuda a sus trabajadores a alinear sus propias metas con las del colectivo, a enfrentarse a retos acordes con sus propias habilidades para provocar el Flow y a anteponerse positivamente a las adversidades.
Frente a esto último, numerosos experimentos encuentran que dedicar unos veinte minutos diarios a escribir los pensamientos y sentimientos asociados a un evento negativo, durante tres o cinco días consecutivos, conduce a un mejor funcionamiento del sistema inmunológico, mejora la salud física y aleja el malestar psicológico. Yo añadiría a esto: escribir un diario de gratitud para no empantanarnos en lo negativo.