Por Félix López, director de operaciones de Eurekk’a, empresa de divulgación científica.
Para frenar la animosidad partidista y las difamaciones se emplea investigación para cerrar las brechas.
En los últimos años se percibe mayor animosidad y polarización política. Esto amenaza la capacidad de abordar graves problemas nacionales e incluso pone en peligro la transferencia pacífica del poder. Pero a medida que el problema crece, también se multiplican los esfuerzos para comprender y reducir la división partidista.
Tras una investigación se concluyó que existen pautas para zanjar visiones contrapuestas y en apariencia insalvables.
Lo primero es reconocer que malinterpretamos el problema. De manera errónea se asume que existe mayor distanciamiento en la forma en que piensan sobre temas políticos clave. La forma en que la gente se siente acerca de sus compañeros de otros partidos se mantiene relativamente constante.
Sin embargo, los políticos y otras élites avivan nuestra indignación por este o aquel tema en un momento dado, pero el problema fundamental es la animosidad partidista. Por ello conviene corregir las percepciones erróneas. Por ejemplo, se sobrestima hasta en 300% el grado de negatividad que les otorgan los adversarios. Corregir tales percepciones reduce significativamente las tasas de animosidad.
Otra práctica es hacer que las personas interactúen de manera que reduzcan los prejuicios en lugar de exacerbarlos. Para ello conviene someterse a un entrenamiento de diálogo, que enfatiza la escucha y la curiosidad en lugar de moralizar o persuadir. La conversación constructiva puede aumentar las percepciones positivas de las personas sobre sus oponentes políticos.
Del mismo modo, fomentar interacciones positivas entre partidarios de una u otra postura política puede reducir la animadversión.
Ahora, a pesar de algunas estrategias prometedoras, tratar de reducir el odio político es una operación delicada. Construir una política saludable depende en gran medida de la actuación de los líderes políticos y de que las personas quieran cambiar.
Así, es vital investigar para que podamos bajar la polarización. Eso no significa que tengamos que estar de acuerdo. Solo necesitamos aprender a hacerlo de una manera que no dependa de la distorsión y la deshumanización.
Si. La ciencia social puede ayudarnos a clarificar que los demonios y villanos los fabricamos en nuestras propias cabezas.