Por Teófilo Benítez Granados, Rector del Centro de Estudios Superiores en Ciencias Jurídicas y Criminológicas (CESCIJUC)
El hecho de que en nuestro país se alcancen niveles de escolaridad más altos no garantiza que los estudiantes tengan la posibilidad de integrarse al mundo laboral al graduarse.
Existe una falta de vinculación entre la educación superior y el mercado laboral.
México requiere que todos los jóvenes que así lo decidan tengan acceso a la educación superior de calidad de acuerdo con sus aptitudes, pero también que los contenidos educativos respondan a las características que demanda el mercado laboral.
Una de las razones que explican la baja matriculación de alumnos en el nivel superior, además del alto nivel de deserción, es la falta de confianza en la incorporación profesional al ámbito laboral y la subsecuente movilidad social. Otra razón es la necesidad de obtener recursos económicos desde temprana edad.
Hasta ahora, no existen suficientes programas que faciliten el ejercicio simultáneo de estudio y trabajo, particularmente en las personas de 15 a 29 años, etapa en la que numerosos mexicanos abandonan la escuela para trabajar.
De manera simultánea, la oferta de profesionistas que logran concluir una carrera no corresponde con la demanda de trabajo. Así, ante la falta de capital humano más desarrollado, históricamente la competitividad del país se basa en proveer una mano de obra de costo accesible.
En el plan educativo está el reto de disminuir el desequilibrio que deviene de ciertas carreras profesionales en contraste con los perfiles que requiere el sector productivo.
Entre las carreras con mayor número de matrícula como ciencias administrativas, contaduría y derecho, el nivel de ocupación es muy bajo. Así el 49.6, 67.7 y 68 por ciento, respectivamente, no realiza labores afines a sus estudios.
Ese desequilibrio se traslada a las remuneraciones. Los egresados de ingeniería ganan 13 por ciento más que sus pares en las carreras mencionadas. Así México ocupa la posición 72 de 145 países en el Índice de la Economía del Conocimiento del Banco Mundial.
De manera simultánea, las habilidades que se requieren para tener éxito en el mercado laboral se modifican. El aprendizaje de un segundo o tercer idioma se vuelve imperativo al igual que el manejo cada vez más sofisticado de los sistemas de información también requiere de formalización y actualización continua.
Es fundamental fortalecer la vinculación entre la educación, investigación y sector productivo. Ya no basta crear un perfil educativo para cubrir las necesidades de la industria maquiladora, o para cumplir con las funciones básicas, repetitivas y rudimentarias en una industria que absorbe mano de obra poco calificada.
La omnicanalidad y el avance en nuevas tecnologías como la Inteligencia Artificial generativa, Big Data, Metaverso, entre otras requieren perfiles profesionales que logren traspasar la alfabetización digital y conformen actores de cambios trascendentales que permitan más innovación, productividad y riqueza cultural, espiritual y de valores.