Revolución de terciopelo
El reloj de la historia marca con puntualidad el tiempo de México: llegó la hora de la unidad.
La defensa de lo que se ha logrado, el fortalecimiento de las bases para el cambio profundo y la consolidación de la transformación de México, es un compromiso que se va a cumplir.
Cualquier propuesta para el 2024, debe, como una condición sine qua non, garantizar continuidad del actual proyecto de nación; combatir la desigualdad, vigorizar un gobierno cercano a los más pobres y sepultar por completo la corrupción.
Sólo los críticos de oposición y los adversarios, que en realidad son enemigos del cambio, no quieren reconocer resultados tangibles del Gobierno de la Cuarta Transformación y del Movimiento de Regeneración Nacional. Mezquindad pura.
Nadie, por más ofuscación política que padezca, puede desear o decidir que desaparezcan programas gubernamentales que han cambiado la vida a millones de mexicanos que viven diferentes niveles de pobreza.
Baste mencionar, el Apoyo para Bienestar de las Niñas y Niños hijos de Madres Trabajadoras; Producción para el Bienestar; Crédito Ganadero a la Palabra; Sembrando Vida; Jóvenes Escribiendo el Futuro; Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores y Jóvenes Construyendo el Futuro. Son, tan sólo, algunas de las razones por las que hay que defender al Gobierno de la 4T en las elecciones del 2024.
Pero no únicamente eso. Se debe garantizar la continuidad de grandes obras insignia como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, la Refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el Tren Transitsmíco.
Me parece entendible y hasta normal, que en tiempos políticos electorales la oposición critique rabiosamente las acciones del gobierno en turno. Pero lo que es inaceptable es que dentro de Morena se busquen presentar proyectos de nación personales, individualistas, que no cuentan con ningún respaldo popular. Más aún, sin el aval de un partido político, en un país democrático, con un sistema, precisamente de partidos.
En cualquier país del mundo democrático donde hay partidos políticos, aplican condiciones y requisitos fundamentales para la selección de su candidato presidencial. Lo más básico y lógico, se refiere a la continuidad gubernamental y a la disciplina de partido.
Me parece que lo más importante en este momento es que todos estemos unidos para que el proyecto camine, a pesar de que haya diferencias. Caminemos juntos para lograr, precisamente, hacer realidad esta gran transformación que vive el país, que no ha terminado y que no va a terminar en el sexenio con Andrés Manuel López Obrador. El Jefe de la Nación está sentando las bases, los puntos más importantes. Pero los cambios todavía tienen que seguir adelante.
Por eso es tan importante hacer caso a las campanadas de la unidad.
Hablar de unidad, no quiere decir limitar la libertad de expresión de los precandidatos de Morena a la presidencia de la República.
Pero si debemos acabar con el travestismo y ventriloquia política.
Aquí vale hacer un alto para recordar palabras recientes de nuestro líder Mario Delgado, cuando advierte a los precandidatos presidenciales “que habrá piso parejo para todos y que el gran elector es el pueblo, por ello a partir de este momento, cualquier intento de división al partido será considerado traición”.
Al cumplir 4 años del triunfo electoral del presidente Andrés Manuel López Obrador vale la pena hacer una reflexión:
El cambio de régimen que emprendió la Cuarta Transformación, ha sido suave, terso y pacífico.
Aunque la frase fue acuñada en Checoslovaquia en 1989 en otras circunstancias, el viraje pacifico de modelo socio político y económico en México, impulsado por la Cuarta Transformación, es una Revolución de Terciopelo.
*José Narro Céspedes, senador de la República.